Título: Todo por culpa de un perrito
Colaboración: Franck Fernández – traductor, intérprete, filólogo

Siempre digo que la política de hoy es la historia de mañana. Por eso es que me gusta tanto la política, porque mañana será historia. Es la primera vez que escribo una crónica sobre un acontecimiento tan reciente: ayer fue política y hoy ya es historia.

Corea es un país ancestral conocido poéticamente como el País de los Amaneceres Apacibles. Después de la Segunda Guerra Mundial sufrió los embates de la Guerra Fría. En el norte se instauró un régimen comunista respaldado por China y la Unión Soviética, mientras que en el sur se estableció un país capitalista, obviamente apoyado por los Estados Unidos. En 1951, Corea del Norte invadió al Sur, aunque los historiadores de izquierda digan lo contrario. Fue el motivo por el que intervinieron militarmente Estados Unidos y otros miembros de las Naciones Unidas. Se considera que fue la primera derrota del ejército norteamericano. De hecho, los Estados Unidos se enfrentaron no a Corea del Norte sino a China y los soviéticos, lo mismo que sucedió más adelante en Vietnam.

Los hechos que les quiero narrar hoy son más recientes, pues ocurrieron hace pocos años. Lo que más gracia me da es que toda esta turbia historia de amplias repercusiones políticas comenzó por culpa de un perrito. La presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, hija del político coreano Park Chung-hee, tenía una confidente que había entrado en su vida so pretexto de que podía transmitirle mensajes de su fallecida madre desde el más allá. La señora Choi Soon-sil (ese es su nombre) dirigía todos los detalles de la vida de su amiga la presidenta, desde escribirle los discursos hasta maltratar a los ministros del gabinete, desde pedir fuertes sumas de dinero como chantaje a los grandes empresarios sudcoreanos hasta decidir qué ropa y qué accesorios iba a llevar la presidenta. Es en este momento que entra en escena Ko Young-tae, galán, antiguo campeón de esgrima de Corea del Sur. Ya pasada su época de deportista, Ko se dedica a representar la marca Villomillo, especializada en accesorios y ropa de lujo para damas. A Ko llega la señora Choi para comprarle 40 bolsas en piel de cocodrilo y avestruz para la presidenta. A partir de ese momento comienza a comprarles grandes cantidades de ropa muy cara.

Al darse cuenta las elegantes sudcoreanas que la presidenta Park usaba la marca Villomillo, todas querían esa marca, a precios exorbitantes. Mientras tanto, Choi se implicaba cada vez más en cuestiones de gobierno que no le correspondían ni de cerca ni de lejos. Todo parece indicar que entre la señora Choi y el señor Ko se estableció una relación sentimental, a pesar de ser ella 20 años mayor que él.

En una ocasión, Choi tuvo que salir de viaje y le pidió a Ko que cuidara al cachorrito de su hija, que también estaba de viaje. El señor Ko aceptó la misión, pero un día salió a jugar golf dejando al perrito sin su compañía. En su ausencia llegó a la casa la señora Choi y al ver que el perrito estaba solo con los empleados le armó un tremendo escándalo a su presunto amante por haber “abandonado” al animal. La pelea fue tan violenta que Ko se sintió completamente humillado. Por ahí dicen que en cuestiones de amor nunca hay que humillar porque las represalias pueden ser imprevisibles.

Durante meses, Ko se dedicó a recopilar pruebas de las injerencias de la señora Choi en los asuntos de Estado. Cuando tenía bien armado todo el expediente lo presentó a la prensa, por despecho, aunque él dice que lo hizo por sentimiento patrio. A partir de ese momento se descubrieron todos los horrores. La comenzaron a llamar “la Rasputina coreana”. Todo se supo: desde las grandes sumas de dinero que extorsionaba a los empresarios de las grandes empresas sudcoreanas hasta los detalles de sus tejemanejes en el gobierno. El pueblo salió a las calles a pedir la renuncia de la presidenta. Al cabo de los meses tuvo que renunciar. La señora Choi fue a la cárcel, al igual que el vicepresidente de la marca Samsung y otros personajes involucrados en el tráfico de influencias.

Todo esto nos da una buena enseñanza. En Corea del Sur, rico, prevaleció la democracia, mientras que en el Norte vemos como una dinastía mal gobierna el país en detrimento de la libertad, el pensamiento y el bienestar de su pueblo. El tercero de la dinastía del Norte nos tiene al borde de una Tercera Guerra Mundial queriendo demostrar Dios sabe qué o quizás poniéndose en posición de fuerza ante un eventual diálogo con las potencias internacionales. Ahí acaba de nacer el cuarto heredero de la dinastía. Nadie sabe hasta cuándo estarán en el trono. Y decir que hace ya un siglo Lenin hizo una revolución bolchevique para dar al traste con reyes y emperadores y ahí tenemos a sus “herederos”, convertidos en dinastía, sin ningún otro mérito que el que dan los genes, sentados en el trono de Corea del Norte.

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