Título: LOS DIEZ DÍAS QUE NO EXISTIERON
Colaboración: Franck Fernández – traductor, intérprete, filólogo

Al ser humano siempre le ha gustado medir las cosas. Mejor dicho, el ser humano, para su desarrollo, se ha visto en la necesidad de medir las cosas… distancias, volúmenes… En cuanto al tiempo, yo diría que ha sido una gran necesidad. El hombre realmente comenzó su desarrollo cuando dejó de ser nómada, encontró algunas tierras de buena calidad y entendió que allí podía cultivar semillas que más tarde le darían el alimento.

A partir de ese momento, el ser humano se hizo sedentario. Pero, para sembrar y cosechar, era muy necesario saber cuáles eran los momentos adecuados. La siembra se debe hacer en primavera y las cosechas en otoño. Un buen trabajador de la tierra no debe olvidar que el verano es el momento en que hay que regular el agua porque es cuando menos llueve. De ahí la obligatoriedad de medir el tiempo. Pero el tiempo se ha medido diferentemente, en dependencia de qué civilización lo hizo.

Los chinos comenzaron a calcular el tiempo a partir del reinado del emperador Huangdi y para ellos estaríamos aproximadamente en el año 4720. Los chinos dividían el año en doce meses, cada uno de ellos llevaba el nombre de un animal. Los hebreos comenzaron a calcular a partir del momento del comienzo del Génesis, es decir, para los hebreros estamos en el año 5783. Los árabes también tenían su propio calendario, calculando su comienzo en el año 622 ya de nuestra era, marcado por el exilio de los musulmanes a La Meca.

Por otra parte, es necesario saber que las civilizaciones que se encontraban en países en los que normalmente el cielo está nublado durante el invierno se regían por los momentos en que el día y la noche tienen exactamente la misma duración, es decir, 12 horas. Estos dos días del año son el solsticio de verano y el solsticio de invierno. Por otra parte, en países en los que normalmente el cielo se mantenía más despejado se utilizaba el irregular recorrido de la Luna alrededor de la Tierra para hacer los cálculos, de ahí que fiestas sagradas, como el ramadán árabe, varíe tanto en el calendario de un año a otro, al igual que la fiesta lunar china.

Ya los egipcios, gran civilización, habían calculado un año en 365 días, calendario en el que se basaron los romanos para hacer el suyo propio, considerando que el año cero era aquel en que Remo asesinó a su hermano Rómulo y lo enterró en su ciudad de Roma, puesto que se considera que ese era el inicio oficial de la ciudad que más tarde sería la capital de un gran imperio.

Ahora bien, había una diferencia entre el año trópico, el verdadero tiempo en el que la Tierra le da una vuelta al Sol, y el que calculaban los egipcios, calendario sobre el que se basaron los romanos para crear el suyo propio. A esto, el emperador Julio César quiso dar solución creando un nuevo calendario. Este nuevo calendario consideraba los años bisiestos, que pretendían compensar los 325 días y ¼ que dura la Tierra en darle la vuelta al Sol. El detalle está en que esta de 365 días y ¼ tampoco es una cuenta exacta, sino que realmente es de 365.2422. Por lo que cada año agregaba una diferencia real de 11 segundos. Podemos considerar que 11 segundos por año no es casi nada, pero con el paso de los años, las décadas y los siglos se van sumando muchos días.

Para los cristianos era extremadamente importante determinar la fecha exacta de la Pascua cristiana porque de ella dependía el resto de las festividades cristianas. Con el paso de los siglos, esos 11 segundos diarios se habían convertido en 10 días. Fue en ese momento que el papa Gregorio XIII, boloñés por nacimiento, decidió tomar cartas en el asunto. Contactó con toda una serie de monjes eruditos de Salamanca para que le dieran solución al asunto. De ello resultó la bula que llevó el nombre Inter Gravissimas, mediante la cual del 4 de octubre de 1582 se saltó al 15 de octubre de 1582, por lo que podemos decir que 10 días desaparecieron del calendario.

De esta forma se ajustaba el calendario real al antiguo calendario juliano, por lo que, a partir de ese momento, se utilizó el nuevo calendario, que se llamó 3zfue calendario gregoriano. Este calendario es mucho más cercano a la realidad en cuanto al año trópico que, recuerdo, es el tiempo exacto que necesita la Tierra para darle una vuelta alrededor del Sol. Pero había un detalle y es que, a pesar de todo ello, todavía había un desequilibrio en el cálculo del tiempo, por lo que Gregorio XIII consideró que los años seculares, es decir, los que cierran un siglo (1600, 1700, 1800, 2100) que no fueran múltiplos de cuatro, que se suponía debían ser bisiestos, dejaran de serlo y así seguir recuperando la diferencia entre calendario gregoriano y año trópico.

A pesar de todo ello, el sistema gregoriano todavía no es exacto. Cierto, ya lo es mucho más. Siempre con el espíritu de ir haciendo coincidir año trópico y calendario gregoriano, en el año 2010 se hizo un ajuste de un segundo a nivel mundial para compensar lo que todavía no arreglaba el calendario gregoriano.

El tema es que, por muy lógica que fuera esta bula Inter Gravissimas, había muchos países que no querían obedecer nada que viniera de Roma. Entre ellos estaba Inglaterra, que hacía poco había abrazado la Iglesia Anglicana por cuestiones de faldas de su rey Enrique VIII. Kepler, el gran astrónomo alemán, decía que los ingleses preferían estar en desacuerdo con el Sol que de acuerdo con el Papa. También en esta posición estaban todos los príncipes alemanes.

Solo en el siglo XVIII uno tras otro los países protestantes fueron adoptando el nuevo calendario por cuestiones comerciales que llevaron poco a poco a la mundialización del comercio. No olvidemos lo que dice la conocida canción “Money makes the world go round”. Los países que de inmediato optaron por cambiar su calendario fueron evidentemente los países católicos, a saber, los territorios papales, Francia, España, Portugal. Polonia vino poco tiempo después.

Muchos países ortodoxos comenzaron a hacer el cambio solo a comienzos del siglo XX. Ahí tenemos el caso de Rusia, que lo adoptó solamente en enero de 1918 teniendo que hacer “desaparecer” ya esta vez 12 días del calendario y no 10 como fue en 1582. También fue el caso de Grecia que esperó hasta 1923. Ni qué hablar de culturas aún menos occidentales como la China. En estos momentos, el calendario que rige el mundo es el calendario gregoriano aunque, por cuestiones religiosas, algunos sigan utilizando el calendario juliano y otros, de ahí tenemos la diferencia de fechas de la Pascua ortodoxa rusa, del ramadán, repito, y de las fiestas del año solar chino.

Para que no nos equivoquemos, estamos en el año 2023 Anno Domini, es decir, Año del Señor, ya que el nacimiento de Jesús fue el considerado como año uno para crear nuestro calendario.

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