Colaboración: Franck Fernández – traductor, intérprete, filólogo

Título: Billie Holiday – La voz rota

Existen personas que vienen al mundo como si ya vinieran condenadas a llevar una vida de miseria, una vida en la que como, en un bucle infernal, se suman los hechos para que no se pueda salir. Un círculo donde todo se conjuga para que no puedan vivir felices. Sin embargo, alguna de esas personas, como si la vida quisiera compensarlos por tanto dolor, les da un arma que, al menos brevemente, les permite saborear la felicidad a la que todos los seres humanos tenemos derecho. Una de estas personas que vino al mundo ya cargada de casi todo lo negativo que podemos encontrar en el planeta fue una pequeña niña negra, Eleonora Fagan, nacida en Filadelfia en abril de 1915, conocida por todos en el mundo del jazz como Billie Holiday.

Billie Holiday, cuyo solo nombre evoca sentimientos encontrados, nació, vivió y murió desgraciada. Su madre solo tenía 13 años cuando la trajo al mundo y su padre era un pequeño guitarrista de jazz de 15 que, incapaz de asumir ni su paternidad ni su deber de formar una familia, abandonó a la madre y a la bebé de inmediato. De su padre heredó dos cosas: tan poco agraciada era la nena que su padre decía que parecía un varón, por lo que le llamó Bill. Lo otro que heredó de su padre fue su apellido, Holiday, que lo adoptó como apellido de artista. El Billie lo tomó de una de sus actrices preferidas del cine mudo: Billie Dove. La madre negra, joven, sin instrucción para poderse ganar la vida, alternaba trabajos domésticos y prostitución. No había tiempo para ocuparse de la pequeña Eleonora, razón por la que la dejaba a cargo del primero que estuviera al alcance de la mano, vecinos o familiares. Fue así que la niña fue violada a la edad de 10 años. Los tribunales, injustos, solo mandaron por 3 meses al violador a la cárcel. Ella fue enviada por 3 años a una escuela católica, The Good Schepard que, al menos, le sirvió para aprender a cantar. Al salir de la escuela católica se pudo encontrar con su madre y se dedicó a hacer la limpieza en casas ajenas. A falta de algo mejor, trabajó en un prostíbulo barato a la edad de 15 años. Esto la llevó a la cárcel. Poco a poco comenzó a cantar en night club de poca monta, de borrachera barata, de clientes con poco dinero. Esos fueron los inicios de una de las más maravillosas cantantes de jazz.

Pero el ambiente en el que vivía nuestra Billie era una red demasiado dura de romper. Al salir de prisión volvió a hacer lo que sabía, prostituirse… pero, paralelamente, trato de abrirse camino en los bares de Harlem. Pronto llegó al Pod’s and Jerry’s donde obtuvo su primer contrato por 18 dólares a la semana. Allí la vio un importante cazatalentos de la casa disquera Columbia y descubrió el enorme potencial de esta chica negra. Así comenzó su carrera y en 1933 logra grabar su primer disco que de inmediato la lanza al estrellato. Pero al bajarse de los escenarios y de los estudios de grabación, dejaba de ser una estrella y volvía a ser aquella niña negra abandonada, por nadie querida, como si a nadie le importara su existencia.

Tuvo un solo amigo, el saxofonista Lester Young que lamentablemente falleció joven. En los night clubs en los que actuaba, cantaba contorneándose mientras pasaba entre las mesas de los clientes y fumaba marihuana. Fue allí que se hizo adicta al alcohol. Y eso no fue todo, más adelante, uno de sus esposos la inició en la heroína y a partir de ese momento se produjo un rápido descenso a los infiernos.

Como si el círculo en el que se encontraba prisionera no fuera suficiente para salir de ese tipo de vida, tenía el gran impedimento de ser negra en un país donde, en esa fecha, había una gran discriminación y segregación de los blancos para con los negros. Ella misma lo describió con desgarradoras palabras: -Puedes ir vestida con un elegante vestido, con gardenias en el pelo y caminar por Nueva York lejos de un plantío, nunca dejarás de ser una negra campesina. En su calidad de mujer de color, la segregación la obligaba a tener que entrar a los elegantes bares y lugares donde trabajaba por las puertas y ascensores de carga. Los otros eran para los blancos. Pero eso no era todo, en una nación completamente puritana, Billie Holiday llevaba una disoluta vida compartiendo su vida con muchos hombres y pronto se declaró bisexual. Pero, a pesar de todos los pesares, logró cantar con grandes bandas de jazz al lado de las estrellas del jazz que había admirado: Duke Ellington y Louis Armstrong, pero pronto pasó a cantar acompañada por pequeños grupos musicales. De allí al famoso teatro Apolo, la Meca de la música afronorteamericana.

Billie Holiday carecía de una buena técnica, solo podía cantar en una octava. No hacía alardes al cantar. Sin embargo… ¡qué maravilla de voz!… quebrada, destruida, casi como un lamento por la vida de miserias que le tocaba vivir, casi como pidiendo auxilio. Decía que nadie sabía cantar la palabra hambre ni la palabra amor como ella. No solo fue una mujer adelantada para su época desde el punto de vista sexual, sino que también lo fue en la lucha contra el racismo. A la edad de 24 años ya cantaba y siempre presentaba en su repertorio “Strange Fruit”, quizás la primera canción comprometida sobre el linchamiento de negros en el sur de los Estados Unidos. Cuando la cantaba se hacía un silencio total, hasta los camareros detenían su trabajo:
De los árboles del sur cuelga una fruta extraña,
Sangre en las hojas y sangre en la raíz,
Cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur,
Extraña fruta que cuelga de los álamos.

A pesar de que Billie no ganaba lo mismo que sus compañeros blancos, sí tuvo buenos ingresos por su trabajo. Sin embargo, sus hombres del momento veían en ella una billetera abierta para satisfacer sus vicios y, como premio, le pegaban, maltrataban y la vejaban. Varias veces estuvo en la cárcel por el consumo de heroína. Como era un personaje público y, por demás negra, la justicia se enseñaba en ella para que sirviera de ejemplo. Poco tiempo antes de morir dejó un libro autobiográfico que le escribió el marido periodista de una amiga. Sin embargo, este libro está lleno de falsedades sobre su vida real. Esta desdichada mujer murió como nació, el vicio al alcohol le causó una violenta cirrosis hepática.

Un día tuvo un fortísimo dolor de estómago. Como estaba fichada como heroinómana la mandaron a otro hospital donde se atendían a drogadictos. Al entrar a la habitación, una enfermera vio un polvo blanco sobre la mesita del lado de su cama. Dio parte a la policía y, a pesar de estar muriéndose y ser incapaz de levantarse de la cama, le pusieron a la puerta un policía para que no pudiera escapar y pudiera responder ante la justicia. Postrera humillación. Murió acompañada solo por su perro y, aquella mujer que tanto dinero había ganado con su voz, en su cuenta bancaria solo le quedaban 70 centavos de dólar y 750 en efectivo. Billie Holiday es este tipo de personas que han venido al mundo para recordarnos que, en los peores momentos, debemos mirar hacia atrás para ver que siempre hay alguien peor que uno.

Solo me queda pedirle al amable lector buscar en YouTube una de sus múltiples canciones, así podrá entender y escuchar la voz desgarrada de esta mujer maltratada por la vida y amada por tantos.

También en YouTube puede seguir mi canal de historia donde encontrará historias de este tipo narradas con música, películas y fotos.