El más hermoso café del mundo
Colaboración: Franck Fernández Estrada

traductor, intérprete, filólogo

Fue en 1980 la primera vez que tuve la posibilidad de visitar Budapest. Debo reconocer que no tenía la intención de quedarme más de un día para caminar por las principales avenidas y tener una idea de lo que era la ciudad. Venía en tren desde Berlín y mi destino era Bulgaria. Viajaba con pasaporte cubano y en la frontera entre Checoslovaquia y Hungría, a pesar de que en ese momento existía un tratado de libre visado, los militares de la frontera me bajaron de mi vagón encañonado por ametralladoras.

Ese fue mi recibimiento a tierras húngaras. Tuve que ir a pie a otro punto fronterizo donde fueron más comprensivos por estar mejor informados y me dejaron continuar mi viaje. Entiendo a los militares del primer punto fronterizo. Prefirieron deshacerse de mi a buscarse un problema que, en aquellas épocas, se pagaba caro. Al llegar a la capital húngara mi ocupación fue buscar la embajada rumana con el fin de garantizar el tránsito por ese país. Hice bien, de no haber tenido estampada una visa rumana en mi pasaporte no me hubieran dejado transitar por ese país, a pesar del libre visado. No obstante, pude caminar por una ciudad hermosa en la que eran visibles las notorias muestras de daño físico.

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En 1982 pude volver, y a pesar de que tenía muy poco dinero, sí tuve la posibilidad de sentarme al menos para un café en el que se comenta es el más hermoso café del mundo: el Café New York. Sé que algunos pensarán en maravillosos restaurantes, de hermosa y recargada decoración, como es el caso del Train Bleu de la Gare de Lyon de París. En el Café New York presumen de ser el café más hermoso del mundo, no el restaurante más hermoso del mundo. Allí tuve la posibilidad de hablar con uno de los camareros. Yo le ensalzaba la belleza del lugar. Le dije: -Al menos veo que están reparando el exterior, por los andamios que mostraba el edificio. Él me respondió: -No lo están reparando, han puesto los andamios para que los pedazos de piedra no caigan sobre las cabezas de los transeúntes. Y es que, pobre Budapest, realmente se caía a pedazos.

Pues bien, el café del que les hablo hoy ocupa la planta baja y un medio sótano de un edificio que se encuentra en la Erzsébet körút. Erzsébet en húngaro significa Isabel. Esta impresionante avenida fue nombrada así en honor a su reina en la época en que Elizabeth, con su esposo Francisco José, fueron coronados reyes de Hungría en la hermosa catedral San Tomas de Pest para formar el Imperio que conocemos con el nombre de Imperio Austrohúngaro. Claro, en 1982 la avenida no se llamada Erzsébet körút, sino Lenin körút.

El edificio fue encargado por la empresa norteamericana de seguros New York Life Insurance para alojar sus oficinas en esta pujante ciudad de finales del siglo XIX. El proyecto se lo encargaron al arquitecto Alajos Hauszmann, húngaro (no confundir con el Barón Haussmann, francés, urbanista de la ciudad de París). El edificio fue terminado en 1894 y en la planta baja se inauguró un espléndido café en estilo neobarroco al que naturalmente se le dio el nombre New York, en honor a la empresa propietaria y que albergaba el edificio. Allí se reunía la crema y nata de la literatura húngara, siendo el lugar de famosas y entretenidas tertulias de las grandes plumas húngaras de ese momento. Para bajar al medio sótano existe una escalera de gala rodeada por hermosas columnas salomónicas, elegante marco para todo el que llegaba al café, porque no nos equivoquemos, este en un lugar a donde uno va para ver y ser visto.

El resto de la planta baja y el primer piso lo ocupaban las oficinas de la empresa de seguros y el segundo, tercero, cuarto y quinto piso eran apartamentos que arrendaba la New York Life Insurance a personas adineradas. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que Alemania firmó su rendición el 9 de mayo de 1945 en el Palacio de Cecilienhof en Postdam, los combates continuaban en Budapest. Huelga decir que este icónico edificio de la New York Life Insurance fue tremendamente dañado por los combates. A pesar de ello, reabrió sus puertas en 1947 y de inmediato fue nacionalizado por el régimen comunista. Al edificio se le dio varias funciones, sirvió como sede de las oficinas de la agencia nacional de turismo Ibusz. También sirvió como tienda para artículos deportivos y oficinas para un periódico. Finalmente en 1954 al café que nos ocupa hoy se le dio el nombre Hungária que, a pesar de todas las circunstancias de la época, trataba de convertirse nuevamente en un café elegante y literario.

Volví a Budapest recién caído al comunismo en ese país y para mí era de rigor visitar el Café New York, que ya había recuperado su nombre original. El desmoronamiento debido al mal estado del edificio era notorio. No solo los combates de la Segunda Guerra Mundial y los de la invasión soviética de 1956 para aplastar la revolución de los húngaros para dejar de pertenecer a la zona de influencia soviética habían pasado factura a este hermoso monumento. La desidia fue ingrediente fundamental en la fórmula que había llevado a este edificio a su estado de deterioro. En 2001, y no sabiendo qué hacer con él, el gobierno húngaro vendió el edificio al grupo italiano Boscolo, grupo dedicado a la gerencia de hoteles de alto standing por una cifra simbólica.

Fueron necesarios varios años para devolverle su esplendor a este edificio. El precio fue de nada menos que 100 millones de euros convirtiéndolo en un elegante hotel con 107 habitaciones, termas lujosas y un centro de convenciones. En 2018, el hotel pasó a formar parte de la cadena hotelera The Dedica Anthology con sede en Minnesota. Desde 2020 pasó a formar parte del también grupo hotelero tailandés Anantara, siendo la joya de la corona entre todos los lujosos hoteles que este grupo tailandés posee en Europa.

Budapest es una de las más hermosas ciudades de Europa, con la riqueza que le ha dado el hecho de ser encrucijada de todo tipo de movimientos en el centro de ese continente. El New York Palace Budapest, con su Café New York, se encuentra en una zona particularmente céntrica, por lo que casi todos los puntos de interés de la ciudad se encuentran a pocos kilómetros. Si el destino le lleva a visitar esta hermosa capital húngara, no deje de ir al Erzsébet körút No. 9 a darse cita con el lujo, el buen gusto, la cultura, la historia y la “joie de vivre” a la húngara.