Colaboración: Hidalgo Victoria Maldonado

  • Imagínese que amanece el próximo domingo y su familia incluyendo a los cuadrúpedos de la casa le piden salir a pasear y usted decide acudir a dónde va la mayoría de los yucatecos

Acude a alguna de las plazas comerciales de nuestra ciudad en donde al menos podrá paliar el intenso calor que nos afecta y se dedicará a caminar alrededor de la plaza, quizás saludar a alguno de los amigos que se encuentre, y si de casualidad acaba de pasar la quincena quizá se anime a comprar algún alimento o refrescos en la plaza. En ese paseo, quizá tendrá que sortear los pedidos de sus hijos para que le compren alguno de los artículos de moda o de su esposa que se encuentra en los separadores aquella blusa o zapatos que hace tiempo ha estado buscando. Si decidió llevar a su mascota también tendrá que contemplar cargar con la bolsas para desechar sus desechos y finalmente después de sortear todo esto, quizá regresará a su casa igual de estresado que como llegó a la plaza. Esto sin contar el alto índice de discriminación que por diversos motivos, ya sea racial económicos coma de vestir, de su físico tendrá que sortear desde la mirada del guardia de la entrada hasta el maltrato de alguno personajes que se sienten superiores.

Si la edad de sus hijos es entre 3 y 10 años quizás intentará acudir al parque más cercano, pero chocará con la realidad climática de nuestra ciudad, que a pesar de presumir tener varios cientos de parques que consisten en un área de arena, pasto artificial y algunos juegos infantiles, se dará cuenta que no los puede usar por el calor que quema a través de la ropa a quienes osan subirse a ellos. Se vuelven construcciones que sólo pueden usarse por 2 o 3 horas al día, cuando mucho. Y en ambos casos seguramente que pasará por su cabeza la reflexión de por qué no contamos con áreas verdes que nos permitan acudir con nuestra familia, convivir con ellos y las mascotas sin mayores gastos económicos, O inclusive trayendo nuestro propio picnic y que además nos transmita esa serenidad que nos lleve a desestresarse de las labores cotidianas.

En un artículo de Raquel Pico publicado el año pasado, señala que “los espacios verdes son fundamentales porque ayudan a mejorar el bienestar urbano. Más allá de ser lugares para la biodiversidad, contribuyen a renovar el aire de las urbes –haciéndolo más limpio y respirable– y funcionan como moderadores térmicos, algo que ya hemos visto fundamental durante las olas de calor de este verano. Además, las zonas verdes trabajan como un elemento preventivo y de mejora de la salud mental de los habitantes urbanos. Los árboles hacen que nos sintamos mejor, y esto es algo que la ciencia ha conseguido demostrar con datos”. 

“El impacto que el verdor tiene en la salud mental colectiva va desde lo genérico –una de las recomendaciones habituales para reducir el estrés es la de salir a pasear y mirar un rato la naturaleza– a lo más específico: un estudio elaborado por expertos de universidades de Canadá, Estados Unidos y España ha demostrado que existe una relación entre la exposición a lo verde y el diagnóstico de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) en la infancia”.

Se ha demostrado que por cada aumento del 12% en la vegetación accesible, se reduce en un 10% el riesgo de desarrollar TDAH.

Otras investigaciones han encontrado vínculos entre el peso de lo verde en los colegios y el aprendizaje –cuantas más zonas veces, mejor desarrollo cognitivo– o con la salud mental futura, ya que quienes crecen con más espacios verdes tienen menos problemas de salud mental en su etapa adulta.

Continúa diciendo Raquel Pico que los beneficios de los espacios verdes no solo alcanzan la salud infantil, sino la de toda la población . Pasar un mínimo de dos horas cada semana en la naturaleza –áreas verdes, pero también espacios azules como las playas– apuntala el bienestar y también la salud física, como ya mostró un estudio de 2019. Por ejemplo, los parques logran mejorar la socialización de las personas de más edad y se convierten en un antídoto ante los problemas causados por la soledad no deseada. En líneas generales, zonas verdes y azules ayudan a mejorar la cohesión social, la relajación, el sentirse descansados y bajar el estrés. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda vivir a 300 metros de una zona verde.

Esta información de la investigadora española resuena en nuestra mente cuando revisamos que lamentablemente estamos entre las ciudades con mayores tasas de suicidios y de enfermedades de salud mental.

En 2022 hubo un suicidio cada 31 horas, es decir, casi un hecho al día.  El 37 por ciento de los decesos se concentra en personas cuyas edades oscilan entre los 10 y 29 años, al sumar 104 el número de fallecimientos.

Es notorio que en los últimos cinco años —de 2018 a 2022— los suicidios juveniles han aumentado.  En 2018, se documentaron 78 suicidios en este rango de edad, según cifras oficiales. En los siguientes ciclos el incremento se puso de manifiesto de la siguiente manera: 98 casos en 2019, 101 en 2020 y 143 en 2021. En Yucatán al menos 4 mil personas se habrían intentado suicidar durante el 2022, lo cual significa un problema grave de salud pública para la entidad.

Súmele la violencia intrafamiliar, los niveles de alcoholismo, la pobreza extrema, la discriminación urbana entre los sectores de nuestra ciudad remarcada entre las abismales diferencias de servicios y equipamiento entre el sur y el norte, en su conjunto pudieran verse reducidas, entre otras acciones, con tener áreas verdes de esparcimiento,  arboladas, no del tipo de centros comerciales sino aprovechando nuestra vegetación, inclusive creando un jardín botánico y que podamos acceder a zonas verdes y salir relajados, contentos y desestresados. Que las autoridades que han recibido el voto popular respondan a las expectativas más allá de los negocios inmobiliarios y piensen realmente en el bienestar físico y mental de sus habitantes.