• La economía informal ocupa a más de 33 millones mexicanos; en tanto, en la economía formal se encuentran laborando tan sólo 23 millones.
  • La pandemia de Covid 19 provocó una precarización laboral al caer sus ingresos y su poder de consumo. Los trabajadores mexicanos se vieron obligados a laborar jornadas de hasta 16 horas con la expectativa de obtener al menos el mismo ingreso que generaban antes.
  • A 137 años de la jornada combativa del 1º de mayo, la lucha contra la explotación y mejores condiciones de trabajo se ha transformado en una batalla por la obtención y defensa de empleos formales que brinden certidumbre laboral, evitando a toda costa ser excluidos del contrato productivo y condenados al peor de los horrores económicos: el desempleo.

 

Ciudad de México a 02 de mayo de 2023.- En el marco del 137 aniversario de la jornada combativa del Día del Trabajo, las banderas de lucha de los trabajadores no son otras que garantizar su derecho a condiciones laborales dignas y expresar su absoluto rechazo a ser excluidos y sobreexplotados por el mundo de la postmodernidad, el cual no reconoce y elude a toda costa cualquier tipo de responsabilidad con los trabajadores.

“Ahora nos toca enfrentarnos a la precarización laboral, entendida como el deterioro general de las condiciones de trabajo y la inseguridad de las fuentes de empleo. En México, la informalidad se ha expandido, convirtiéndose en el principal contratador con una ocupación laboral de 33 millones de trabajadores en este mercado negro, con subempleos que ofrecen bajos salarios y operan en la eventualidad, reduciendo la seguridad social y prestaciones del trabajador a cero, dejándolos en desventaja y desprotegidos; mientras, apenas 23 millones mexicanos trabajan en la formalidad”, explicó Cuauhtémoc Rivera, presidente de ANPEC.

En el siglo XX florecieron las agrupaciones gremiales sindicales de los trabajadores que lucharon por la jornada laboral de ocho horas, servicio médico, vivienda, aguinaldo, jubilación, entre otras muchas conquistas. Ahora experimentamos una transición que va de la explotación laboral a la exclusión. Al cierre del siglo pasado se hizo sentir la llegada de la economía neoliberal, cuya tendencia es desconocer cualquier tipo de relación contractual, convirtiendo a las personas en datos estadísticos, sin nombre ni apellidos, sin derechos, con quienes no se tiene ningún tipo de obligación.

En la última milla, posterior a la pandemia, el mundo está reconfigurando sus cadenas productivas en territorios cortos. Así las grandes compañías están relocalizando (nearshoring) sus procesos productivos, trayéndolos de Asia a América, lo que debe ser capitalizado por los países con economías emergentes como el nuestro, que, por su ubicación geográfica, de cercanía con los Estados Unidos, encuentra ahora la valiosa oportunidad de revalorar su fuerza de trabajo en beneficio de su desarrollo económico.

Un trabajador de los Estados Unidos en California gana en una hora lo que un trabajador mexicano gana en un día. De ese tamaño es la brecha de desigualdad que vivimos los mexicanos en comparación a los trabajadores del norte.

Actualmente, más del 45% de la población económicamente activa en nuestro país es femenina, las mujeres representan al día de hoy el 40% de la fuerza laboral total, baste señalar que 6 de cada 10 pequeñas comerciantes son mujeres; sin embargo, trabajan en condiciones de desigualdad respecto al hombre: 3 de cada 100 tienen un ingreso superior a 13,254 pesos, en tanto, 6 de cada 100 hombres obtienen esos ingresos; el 18% de las mujeres reciben menos paga que un hombre por trabajo igual; de 100 puestos directivos, solo 26 son mujeres, los restantes 74 son hombres; el trabajo doméstico lo realizan el 75% las mujeres y un 25% los hombres; 90 % de las mujeres trabajadoras sufren de acoso sexual; 30 de cada 100 mujeres vive con un ingreso mensual menor de 2,650 pesos.

Otras cifras. Somos el segundo país de América Latina con mayor nivel de trabajo infantil: 3.3 millones de niñas, niños y adolescentes se encuentran trabajando, la mayor parte en el campo. 33% de las personas de la tercera edad siguen trabajando. 7.1 millones de personas con discapacidad se encuentran en el desempleo y tienen una brecha de ingresos considerable, pues cuando lo obtienen son remunerados con tan sólo el 66.5% de lo que ganan otras personas. Para colmo de males, el Estado Mexicano no tiene una instancia de interlocución con la sociedad para procurar una mejor inclusión de las personas con discapacidad en el mundo laboral.

En otra latitud, los trabajadores mexicanos que laboran en Estados Unidos se concentran en la manufactura, transporte, logística, construcción, mantenimiento y servicios. Un trabajador migrante obtiene un ingreso mensual promedio de 4,058 dólares siendo hombres y siendo mujeres de 3,166 dólares. El Distrito de Columbia es en donde se paga el salario mínimo más alto de los Estados Unidos con 15.2 dólares por hora.

“Estas pinceladas de la foto mayor reflejan las condiciones laborales generales de los trabajadores mexicanos y nos hace coincidir con la tesis de la pensadora francesa Vivian Forester al sentenciar que en este tercer milenio de postmodernidad la lucha de los pueblos del mundo es por empleos estables, bien remunerados; en otras palabras, en tanto en el siglo XX los pueblos lucharon contra la explotación, ahora en el siglo XXI nuestra lucha es contra la exclusión y por el derecho a tener empleo, así y seamos explotados”, finalizó Rivera.

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