• Los estados en donde se vende el kilo de tortilla más caro, son: Guerrero, Colima, Tamaulipas, Veracruz, Nayarit, Morelos, Jalisco y Nuevo León.
  • De enero a febrero, el kilo de tortilla subió un 4%. Antes de Covid (2020) se vendía en 10.30 pesos, hoy triplica ese valor. 
  • Cincuenta millones de mexicanos no tienen el poder de compra necesario para adquirir los alimentos de la canasta básica que demandan sus familias, los trabajos mal pagados se han incrementado en 38.5% en la población y se concentran en dos tercios del territorio nacional.

Ciudad de México a 27 de febrero de 2023.- La Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC) realizó una inmersión de mercado en el país respecto al costo del kilo de tortilla en los distintos estados, resultando con un precio al alza de enero a febrero de 4% en números cerrados.

Así como lo informamos oportunamente respecto al encarecimiento del huevo, cuyo precio promedio nacional pasó de 37 pesos el kilo a rondar los 60 pesos en menos de quince días, ahora toca hablar del precio del kilo de la tortilla que sigue al alza y en el último mes ha incrementado su costo en 4%, siendo Guerrero (30 pesos), Colima (28 pesos), Tamaulipas (27 pesos), Veracruz, Nayarit, Morelos, Jalisco (26 pesos) y Nuevo León (25 pesos) las entidades que tristemente lideran con los precios más altos del kilo de tortilla en el último mes.

“Esto demuestra y confirma que aún no se tiene una recuperación económica sólida. El encarecimiento de la tortilla, alimento toral en la dieta de los mexicanos, es igual o más doloroso que el del huevo. Sobra decir que nuestro pueblo tiene la cultura del consumo de maíz, por ello se puede afirmar como sentencia la máxima que ‘sin maíz no hay país’”, comentó Cuauhtémoc Rivera, presidente de ANPEC.

Hay que recordar que el kilo de tortilla antes de Covid encontraba su precio entre los 10.30 pesos y los 10.70 pesos. En la actualidad, un día sí y otro también, triplica su precio al que tenía antes de pandemia, lo que es un jab a la zona hepática del consumo nacional que desalienta y desespera a las amas de casa mexicanas, pues para ningún hogar es opción dejar de comer tortilla.

Muchos factores explican la constante alza de precio de este alimento, la guerra entre Rusia y Ucrania, principales productores del grano de maíz, el incremento del costo energético en servicios fundamentales para su producción (gas natural y energía eléctrica), encarecimiento de la mano de obra, inseguridad carretera que eleva su suministro y abasto, la extorsión para su comercialización en muchos municipios del país, y desde luego, el bajo poder de compra de la población.

El comercio al mayoreo y al menudeo cerró con números rojos el 2022, -1.3% y -1.5%, respectivamente, producto de la inflación que ha obligado a los mexicanos a restringir y bajar la calidad de su consumo.

Para el Banco de México, la consistente inflación subyacente responde a la presión del incremento de las mercancías alimenticias y al elevado costo de los servicios. Si bien, la tendencia mejora, aún no muestra que vaya a la baja, ya que el entorno inflacionario sigue siendo complejo e incierto.

La inflación en la economía nacional obedece tanto a presiones externas como internas. La inflación alimentaria hasta ahora ha manifestado una disminución marginal casi imperceptible para el consumidor; caso contrario, todos resentimos el incremento de precios en el costo de los servicios en el último mes.

“Muchas voces ubican los pronósticos en materia de inflación general y subyacente en un 5% al menos. ANPEC, como Santo Tomás, paga por ver, pues seguimos desconfiando de esta versión optimista del futuro económico. Muchas veces nos han entusiasmado con que las cosas mejorarán en el corto plazo y no tan sólo no mejoran, si no que empeoran”, mencionó Rivera.

Nos está costando mucho a los mexicanos contener la inflación. Dos medidas lo acreditan: el elevado pago de 11% de interés por el dinero para evitar fuga de capitales y el subsidio energético a las gasolinas y diésel para evitar un mayor encarecimiento en el costo de transporte de insumos y mercancías. Ambos conceptos son pagados a cuenta de la Hacienda Pública del país para controlar en lo posible la inflación, lo que significa que los terminamos pagando todos; sin embargo, sin estas medidas, tendríamos ahora una inflación millonaria.

Muchas fuerzas del mercado insisten en que los bancos centrales deben bajar las tasas de intereses, que ya no es necesaria su contención inflacionaria. Ante ello, los bancos no tienen la misma lectura y aseguran que aún vivimos un periodo de inestabilidad e incertidumbre económica de alto riesgo, por lo que la FED (reserva de los Estados Unidos) seguirá elevando sus tasas de interés este año para atajar los riesgos de una recesión.

Estas lecturas encontradas del momentum económico expresan y confirman que, al menos este año, no hemos superado el flagelo inflacionario que azota nuestro consumo.

En nuestro país, cincuenta millones de mexicanos no tienen el poder de compra necesario para adquirir los alimentos de la canasta básica que demandan sus familias y siguen sobreviviendo por debajo de la línea del bienestar. 38.5% de la población nacional vive una situación de pobreza laboral, sufren la precarización de su fuerza de trabajo que antes de pandemia se pagaba de mejor manera que ahora. Los trabajos mal pagados se han incrementado y se concentran en dos tercios del territorio nacional.

“Seguimos lejos de concretar la reactivación y recuperación económica que nos lleve a donde nos encontrábamos antes de Covid. Entonces, en tanto la inflación alimentaria siga siendo el foco rojo del consumo de los mexicanos, no podemos echar campanas al vuelo ni festejar nada, no tenemos nada que nos anime. La ciudadanía de a pie, los trabajadores, la gente del esfuerzo, los más de cincuenta millones a quienes no les alcanza para comprar la canasta básica, no registran ninguna recuperación, la ganancia no llega a sus hogares, ni siquiera alcanza para pagar lo mínimo obligado. Tal vez a la macroeconomía le empieza a ir mejor, pero a la microeconomía aún no y no hay signos de mejora a la vista”, concluyó Rivera.

La mayoría nacional sólo alcanza a entender dos cosas: que la comida está más cara y los recibos de los servicios básicos cada vez más altos. Por eso la gente concluye que se podrá decir misa, pero el dinero que ganan no alcanza para comprar los alimentos y pagar los servicios, sin hablar ya de otros gastos también necesarios pero que, ante lo esencial, pasan a segundo plano, como los de salud, educación, transporte, vestido y esparcimiento.

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