Título: LAS FLAPPERS DE LOS LOCOS AÑOS 20
Colaboración: Franck Fernández

 traductor, intérprete, filólogo

La mayor parte de nosotros ha visto la película “El gran Gatsby”, interpretada por Leonardo DiCaprio e inspirada en la fabulosa novela de Francis Scott Fitzgerald. A esta magnífica novela remito al amable lector para entender el tema del que les quiero hablar hoy. Lo digo porque en esta película se retrata muy bien la época, el contexto histórico, social y económico de los Estados Unidos en la década de 1920. Hablo de los Estados Unidos, aunque esta moda no nació allí, la moda de las Flappers, como se llamaba inglés, al igual de la que las chicas Gibson, nació en Francia. En Francia llevaban el nombre de Garçonne y de Francia voló al resto del mundo.

La Primera Guerra Mundial fue un parteaguas de gran importancia en casi todos los aspectos de la vida en aquella época. La falta de mano de obra de jóvenes que habían muerto o quedado minusválidos durante la Primera Guerra Mundial, la cantidad de jóvenes que murieron a consecuencia de la gripe española (porque debemos recordar que la gripe española se llevaba principalmente la vida de aquellos que estaban entre los 15 y los 35 años de edad) hizo que toda una generación cambiara todos los conceptos de la vida. Lo lógico era vivir el día de hoy. Muchos ya habían muerto en la flor de su vida sin disfrutarla.

Qué de más natural que aquello se reflejará en la moda. Fue Coco Chanel, la famosa Gabrielle Chanel, la que abrió el camino retirándole a la mujer la obligación de llevar corsé y ropas ajustadas que impedían la respiración y el libre movimiento. Ahí llegó Coco Chanel, inventando el pantalón para mujeres, el blazer, el vestido suelto, ligeramente ajustado solo a nivel de la cadera y, por sobre todas las cosas, levantando la falta que hasta ese momento llegaba a la altura del tobillo hasta inmediatamente debajo de la rodilla. Con Coco Chanel llegaron los cortes rectos, estrictos, aburridos. A diferencia de la moda de la chica Gibson del Art Nouveau que prefería los colores pasteles, se impusieron colores semejantes a los del metal, a los del acero.

También fue la época de la revolución musical. Surgió el jazz. Surgió el charlestón. Ya la moda no la dictaban las elegantes mujeres de la nobleza, ahora les tocaba a las actrices imponer la moda. Ahí estaba Clara Bow, la gran actriz del cine mudo norteamericano, arquetipo del movimiento de las Flappers. Ahí estaba Joséphine Baker que, con sus vestidos de flecos y lentejuelas, bailaba endemoniadamente, como una embrujada por el mismísimo Satán, el charlestón y que tanto furor causó no solo en Estados Unidos, sino en el resto del mundo.

Porque esta moda de las Flappers fue como una pandemia. Las chicas también decidieron ya no llevar el pelo largo, lo llevaban a la altura de la oreja. Comenzó la libertad sexual, abiertamente las mujeres lesbianas salieron del clóset y mostraron su preferencia por su propio sexo y la moda andrógina, masculina. Para las mujeres se impuso el uso de las corbatas, de la pajarita. Sin embargo, en contrapartida se impuso la moda de los tacones, algunos de hasta 8 cm de alto y un rostro ultrajosamente maquillado.

Salieron a relucir las costumbres del Medio Oriente con los ojos abundantemente maquillados de un negro intenso con Kolh, cosmético producido esencialmente a base de galena, el rubor en las mejillas, la boca intensamente coloreada con un llamativo color rojo y representando un corazón. Llegó la crema para después del bronceado y también las cremas autobronceadoras. La moda impuso que se aligerara la ropa interior de la mujer. Surgieron ropas más ligeras como el sostenedor, los calzones de señoras y los portaligas para sujetar las medias de seda o rayón. Chanel llevó las joyas al alcance del bolsillo de todas las mujeres, creando la bisutería fina y elegante, llamativa, grande, de vivos colores y exuberante. La mujer fue atrevida, se perdió el tabú de que la mujer tenía que quedarse en la casa, esperando a que le llegara como esposo un buen partido. Llegó el momento de que la mujer saliera a beber, a ir a los clubes nocturnos. Cuando llegó la prohibición del alcohol con la ley seca en los Estados Unidos, las mujeres eran las primeras en ir a los clubes nocturnos para beber alcohol infringiendo la impopular ley.

La pitillera para cigarrillos y la boquilla se convirtieron en accesorios de moda para la mujer, así como el collar largo y adornos llamativos en la frente. También surge la moda de los sombreros cortos, como si fueran cascos militares y una gran multitud de plumas, muchas de ellas alrededor del cuello en otro accesorio, la boa. La mujer salió a la calle a trabajar a las fábricas, a los almacenes, a las tiendas, como secretaria, como maestra, como telefonista. Ya la mujer podía tomar la iniciativa de coquetear con el hombre que le gustara, atrevida, sin remilgos y a una aventura sexual si así lo deseaba ella, siendo la que tomara la iniciativa y ya no el hombre.

La mujer decidió vestirse con ropas de baño ligeras que ya dejaban poco a la imaginación. Comenzaron a practicar deportes, todos los deportes, a entrar a oficios que antes estaban exclusivamente reservados a los hombres. Ya la mujer era libre, podía conducir un coche de moda a toda velocidad sin importarle el qué dirán. La mujer sin formalismos, sin el miedo a perder su virginidad. La mujer también llegó a ser económicamente independiente, incluso rica, gracias a la vorágine de las acciones en bolsa. Atrás quedaron las mujeres de grandes pechos y grandes caderas que ostentaban las chicas Gibson. Ahora las mujeres, con sus vestidos amplios, dejaban de mostrar los contornos femeninos, incluso algunas vendaban los senos para no mostrarlos al público. Los trajes de noche eran extraordinariamente llamativos con lentejuelas, con exóticos accesorios, con pedrería, como nunca antes se había visto. La mujer se liberaba bailando charlestón alzando los dos brazos como quien quiere emprender el vuelo y sin temor al futuro. Después de tantas muertes de jóvenes, era el momento de divertirse, de demostrar que se amaba la vida y se amaba el sexo, la vida hedonista, el alcohol y el “Dolce far niente”.

Como acabó la chica Gibson en 1918 a golpe de cañonazos de la Primera Guerra Mundial, la chica flapper o la Garçonne, como se decía en francés, también murió abruptamente con la caída de la Bolsa de Nueva York el 24 de noviembre de 1929, el famoso Viernes Negro, arrastrando detrás a las bolsas del mundo y llevando a todo el planeta a una gran depresión que hizo que las mujeres tuvieran que abandonar los colores, la alegría de vivir, las fiestas, la despreocupación por el mañana. Llegaba el momento de volver a los colores tristes el negro, el gris, el azul o el marrón. Llegaba el momento de volverse a vestir con ropas largas, a pocos centímetros por encima del tobillo, porque ya la preocupación era por lo que vamos a comer mañana. Dicen que los grandes momentos mueren también por grandes circunstancias.

Esta moda, que más tarde tuvo el nombre de Art Decó, también pasó al arte gráfico, a la arquitectura, al diseño, al cartel publicitario, a la bisutería, a la pintura, a las artes en general. El Art Decó nace como una contrarrevolución al Art Nouveau, que era solo volutas sensuales, imitando al movimiento de las ramas de los árboles, de los tulipanes. El mundo cambiaba su modo de ver la vida. Pronto llegaría una desgracia aún mayor, la Segunda Guerra Mundial.

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