Título: LOS CINCO FANTÁSTICOS DE CAMBRIDGE
Colaboración: Franck Fernández – traductor, intérprete, filólogo

Hay políticos que prometen a sus conciudadanos lo que quieren escuchar. Incluso a sabiendas de que nunca lo podrán cumplir. De todas formas, las promesas solo comprometen a aquellos que se las creen, no al que las prometió. Desde que Tomas Moro, el célebre filósofo renacentista inglés inventó la palabra Utopía, muchas sociedades han pretendido serlas.

Es el caso del régimen que implantaron los soviéticos en el antiguo imperio ruso a partir de 1917. Todos creyeron que era un régimen utópico, verdadero paraíso para los campesinos y los obreros. La historia demostró que nada estaba más lejos de la realidad… no por ello algunos no han dejado de prometer lo que saben no podrán cumplir. Entre los que se dejaron embaucar por estas ideas hubo personas burguesas y nobles que, en principio, era enemigos de la nueva clase que ascendía: los obreros y campesinos.

Esta es la historia de un grupo de jóvenes, casi todos de selectas familias británicas, destinados a los más importantes puestos del gobierno de su majestad Isabel II. Los jóvenes que eran abiertamente comunistas afiliados al Partido Comunista de Gran Bretaña no eran elegibles porque podían ser identificados con mayor facilidad y porque generalmente pertenecían a clases bajas trabajadoras, razón por la que difícilmente podían ingresar a los altos estratos de la política británica. Estos chicos de exquisita cuna aceptaron colaborar con los soviéticos ante el auge del fascismo en Europa, contra las políticas autoritarias que amenazaban Europa. No debemos olvidar que entre los motivos que los llevaron a la traición estuvieron la inmensa recesión que se produjo después de la Primera Guerra Mundial, la huelga general en Gran Bretaña de 1926 y la gran depresión mundial que se produjo en 1929.

Todo comienza con Arnold Deutsche, austriaco, ferviente simpatizante del régimen instaurado en Rusia. Era profesor en la prestigiosa universidad inglesa de Cambridge y fue él quien reclutó, en primer lugar, a Kim Philby. Kim era hijo de un antiguo alto dignatario del imperio británico. También era egresado del Trinity Hall de Cambridge. No había manifestado su deseo de trabajar pero, cuando fue reclutado por Arnold, le manifestó a su madre su deseo de presentarse a oposiciones para ingresar al Foring Office británico. En este servicio fue aceptado por sus prestigiosos orígenes y estudios.

Al cabo de los años de traición a su país, Philby sabía que le pisaban los talones. Fue esa la razón por la que escapó a Moscú en 1963 donde fue considerado un héroe. En los archivos de la STASI, la policía secreta de la Alemania Oriental, se encontró un vídeo en el que reconocía ser espía. En su puesto tenía acceso a toda una serie de documentación muy interesante para Moscú. Su primera contribución fue involucrar a Guy Burgess, amante de una noche.

Después de su ocasional encuentro horizontal, Kim le contó a Guy su trabajo como espía para los soviéticos y, como Guy era un gran aventurero, pidió involucrarse. Era la antítesis de un espía: fanfarrón, burgués, promiscuo con cuanto varón tuviera delante y dispuesto a la aventura, borracho, altanero, pendenciero, hablador. En Moscú consideraron que con características tan poco reconocidas en un espía Guy era un excelente elemento. En 1936, Guy, a la sazón productor de la BBC, arregló un primer contacto entre los soviéticos y Anthony Blunt, otro amante de una noche. Anthony también era un brillante egresado de Cambridge diplomado en historia de arte.

Burgess pasó a la KGB más de 5000 documentos de alto nivel, no solo del gobierno británico, sino también de la ONU y de la OTAN. Falleció en Moscú en 1963. El principal motivo de su traición a su país fue por la política más condescendiente que tenían los soviéticos que los británicos respecto a la homosexualidad.

Otro del grupo de Cambridge fue John Cairncross, notable estudiante que fuera admitido en el Trinity College en 1934 después de haber pasado dos años en la Universidad de Glasgow y haber obtenido una licencia de letras en la famosa universidad parisina de la Sorbona. Cairncross era un hombre de familia muy modesta y detestaba a los representantes de la alta aristocracia que lo trataban con desdén. Sus carreras como espías terminaron en 1951, cuando Donald Mac Lean y Guy Burgess se vieron en la necesidad de huir a Moscú.

John Cairncross espió para el KGB hasta el final de su vida. Fue denunciado por otro espía soviético que huyó a occidente en 1990. Entre muchas otras cosas, logró pasar a los soviéticos los códigos Laurenz, utilizados para descifrar los mensajes del alto mando británico. Fue gracias a él que la inteligencia soviética tuvo conocimiento del proyecto Manhattan, nombre de código dado a la construcción de las bombas atómicas.

Fue desenmascarado a la opinión pública en 1979 por la Dama de Hierro, Margaret Thatcher. Su contacto en Moscú era el coronel Modin. Fue este soviético quien confirmó que Cairncross fue el primero en brindar información a Moscú, incluida la primicia del proyecto anglo-norteamericano de la bomba atómica.

Los secretos que los Cinco Fantásticos de Cambridge pasaron a Moscú fueron de gran relevancia durante la Segunda Guerra Mundial y antes de ella, según confirmó el comandante ruso Vasili Mitrojin, miembro de la KGB, cuando desertó en el Reino Unido. Durante 12 años, Mitrojin había guardado copia del trabajo que hacía para la KGB. En estas copias, Vasili reportaba cuidadosamente el perfil de los más de 200 británicos que espiaron para la Unión Soviética, siendo los más importantes de ellos los Cinco Magníficos de Cambridge. Y es de entender, pues muchos de ellos ocupaban puestos destacados en el Ministerio de Asuntos Exteriores, el MI5 (servicios de contraespionaje) y el que entonces se llamaba Servicio de Inteligencia Secreta de la Gran Bretaña.

Mitrojin huyó a Occidente desilusionado que estaba con el Partido Comunista Soviético. Si se dedicó a copiar toda la información fue porque consideraba podía ser de importancia vital y su salvoconducto para Occidente. Fue él quien que dio a conocer el real alcance que durante la Guerra Fría, e incluso antes, tuvieron estas operaciones soviéticas dentro de los servicios de la seguridad británica. Lo cierto es que pasaron muy valiosa información.

El quinto de ellos era Donald Mac Lean. Este espía era muy discreto y brillante. Llegó a ser primer secretario de la embajada británica en Washington durante los años de la guerra, lo que le permitió tener acceso a información que enviaba religiosamente a los soviéticos.

Anthony Blunt era experto en arte. Fue contratado por la reina como conservador y asesor de la colección real de pintura. Esta fue la razón por la que se le nombró Sir y Caballero Comandante de la Orden de Victoria. En 1964 fue descubierto y reconoció que había sido doble agente. Eso se mantuvo a ocultas de la opinión pública durante cierto tiempo porque era una verdadera vergüenza para la CIA y los servicios secretos británicos. Cuando se dio a conocer la noticia, la reina le retiró todos los títulos y lo dejó sin trabajo. Murió en 1983 por todos olvidados y en la miseria.

Muchos de los detalles de esta historia fueron conocidos cuando Modin decidió escribir sus memorias en un libro llamado “Mis Camaradas de Cambridge”. Sobre esta historia de espionaje se han escrito varios libros y se han filmado varias películas.

Se ha considerado que Sir Roger Hollis era el sexto hombre del grupo de los Cinco. La diferencia estaba en que se había graduado en el Clifton College de Bristol y no en Cambridge, pero este hombre era nada más y nada menos que el jefe del MI5.

No deje de tener en cuenta una cosa. Los cantos de sirena son eso, cantos de sirena y, como dije al comienzo de mi escrito, las promesas solo comprometen a quienes se las creen. Promesas de políticos y borrachos son van lejos.

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