Colaboración: Riygel Campos

Reportero Deportivo @deportero

“Aquel Sueño Cumplido en ChaMartín”.

Hay momentos que el deporte trasciende más allá de su definición.

“El fenómeno deportivo, es un fenómeno complejo y dinámico que no cesa de extenderse y de transformarse.

El aspecto lúdico, fundamental en su origen se ha esfumado notablemente. Si bien ha asegurado la implantación del deporte en todo el mundo, ya que la necesidad de jugar es primordial en la mayoría de los hombres, ha sido posteriormente relegado al segundo plano por la competición, que implica un entrenamiento metódico para obtener una marca en el cuadro definido por un reglamento” (L’Encyclopedie mondiale du Sport, Éditions de Valliant, París. 1980)

Chamartín de la Rosa, es actualmente, el distrito más internacional de la capital ibérica desde la segunda mitad del siglo XX. Es un lugar recurrente en las mentes de muchísimos niños, incluso para quienes nunca lo han visitado en persona.

La imagen que se registró en Javier por medio de ese sueño revelador y antiguo de finales del siglo pasado, fue profética.

No pudo ser muy lúcida, porque sintió que los músculos de sus piernas se tensaban como si estuvieran a un instante de emanar dolor.

No pudo ser lógica, porque momentos antes de despertar de aquel sueño, sintió los mismos calambres que contrastaban con la sensación de alivio, satisfacción y paz, que veinte años después, lo encontraría arrodillado y luego recostado, mirando al cielo, negando con la cabeza, como si su inquebrantable fe cristiana fuera puesta en duda por su vivencia sobrenatural, como si esa fuera la prueba contundente que el mundo necesita, para cambiar la palabra Fe por Certeza.

Certeza de que ya había sentido ese momento, en otro lugar, en el calor de hogar, en su antigua casa, en su primera cama.

Nunca había imaginado que algo así fuera posible, pero su memoria empezaba por esos días a registrar todo lo que le causaba admiración.

Y esa imagen ovalada, enorme, casi tan grande de lo que alcanzan a cubrir unos ojos abiertos, esa nube blanca inmaculada rodeando la oscuridad con su fino haz de luz; y ese ruido ensordecedor, terrenal, unísono y efímero, que lo hizo sonreír ilusionado en el soponcio de esa mañana nublada en Guadalajara.

Y que su cuerpo, ahora despierto, resentía esa noche fría en Chamartín, como aquella mañana, como en su propia casa, como en su propia cama.